...Solía tener siempre esa pinta de estrella del rock joven al que no le importa su aspecto, la vida, su salud o si la sal que se ponía en las patatas era mucha o poca.
Su boca pendía siempre de un cigarrillo que a veces también estaba apagado. Su pelo alborotado y su pinta descuidada se ocultaban tras una intensa mirada que era imposible rehuir.
-La verdad es que podríamos ir a la "coquette", no sé, después de que salgas del curro-.
Me lo dijo sin apartar la mirada del winamp, mientras buscaba en aquella interminable lista la canción precisa para que las ondas de su encefalograma vibrasen en la frecuencia que le mantenía en ese estado, de quién estando despierto alcanza un estado de plenitud alentado por el fuego que con tanto humo llenaba su habitación y por ende nuestras cabezas.
-Me parece buena idea, sólo ve a Opera a las nueve, no te retrases.
Entonces, sonrió sin levantar la mirada de aquel ordenador que a estas alturas se había convertido en un apendice de aquella mesita de cuatro ruedas que en otras habitaciones no era más que un asiento improvisado, y que en otras tantas se convertía en el centro directo de las discusiones, de las cenas improvisadas, de los botellones, y en muchisimas ocasiones en mesa de operaciones...
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